GIGANTES DE CONCRETO: LOS BÚNKERES ALEMANES

En todas las grandes ciudades alemanas existen todavía una buena cantidad de búnkeres; esas construcciones de monumental estructura que se despliegan hacia lo alto desde el suelo o por debajo de él, no sólo conservan entre sus paredes el dolor y sufrimiento de quienes los construyeron, también son fieles testigos de los más grandes sucesos de la historia alemana durante del Siglo XX.

Búnker de vivienda. Ubicado en Bahrenfeld.

Al final de la Segunda Guerra Mundial había en Alemania más de 2, 000 búnkeres distribuidos a lo largo y ancho de todo el país. Sólo en Hamburgo, mi bellísima ciudad-hogar, se encontraban 1,051 de ellos. No es de extrañar que Hamburgo fuera la ciudad con el mayor número de búnkeres pues este puerto mercantil fue, en aquellos días, el centro industrial y marítimo del Tercer Reich. Es en esta ciudad Hanseática en donde se encontraban las refinerías de petróleo y aceites industriales, así como la poderosísima flota de submarinos de la que el ejército nazi estaba tan orgulloso. Hamburgo, entonces, era un claro blanco y había que protegerlo. Por eso, a raíz de los ataques aéreos comandados por las fuerzas aliadas que sufrió Berlín en 1940, el régimen Nazi emitió un decreto inmediato para construir refugios antiaéreos en diversas ciudades en todo el Tercer Reich.

Búnker convertido en planta de energía renovable (Hamburg Energie). Hay una cafetería abierta al público desde donde se puede disfrutar de una vista panorámica del puerto.

El trabajo forzado de miles de prisioneros de guerra y disidentes políticos fue la mano de obra que construyó los búnkeres de Alemania. Muchos perdieron la vida en la maratónica labor de edificación de estos inmensos monstruos de concreto llamados Hochbunker (búnker elevado) y de los tantos otros que se construyeron de manera subterránea.

Búnker utilizado como planta de energía solar.

Los búnkeres alemanes fueron construidos durante la Segunda Guerra Mundial y a lo largo de toda la Guerra Fría con el objetivo de proteger a civiles, a las altas esferas del gobierno y para almacenar víveres y municiones entre otras cosas, por eso, sus poderosos muros fueron construidos para resistir una explosión nuclear, un bombardeo de larga escala y hasta un ataque biológico. Con el paso de los años el tipo de amenazas mundiales cambió y los búnkeres se convirtieron en espacios obsoletos que le costaban al gobierno alemán más de dos millones de euros en mantenimiento.  Esa fue la razón principal por la que, en 2007, sesenta y dos años después de la capitulación de Alemania y dieciocho años después de la rotunda caída del Muro de Berlín, el gobierno alemán decidió vender alrededor de 2,000 de sus búnkeres a la iniciativa privada pues estas ambiciosas construcciones son indestructibles o muy difíciles de demoler sin afectar las estructuras y cimientos de edificios vecinos. Sin embargo, la venta no ha sido cosa sencilla, particularmente por su carácter histórico y porque son edificaciones hechas de concreto y acero que requieren de una gran inversión en las labores de remodelación. Pese a los retos que implica la transformación de estas arcas de acero y cemento, varios arquitectos se han sumado al proyecto de habilitar los búnkeres para la vivienda, el comercio y el esparcimiento. Hoy en día, los búnkeres se han transformado en plantas generadoras de energía renovable o en elegantes edificios de departamentos y oficinas, también en centros culturales, museos, memoriales, restaurantes, cafés, clubes nocturnos y hasta en colosales jardines de techo (Roof Garden).

Grafiti sobre la fachada del búnker de Hamburg Energie

De entre todos los búnkeres que conozco, mi favorito es el enorme Hochbunker ubicado en el corazón creativo y fiestero de Hamburgo, justo al lado de la estación de metro U3 Feldstrasse. Es imposible no verlo abrirse paso entre las calles del barrio de St. Pauli pues este gigante mide 75 x 75 metros de ancho y 34 metros de altura, con paredes de 3.5 metros de espesor. Hoy alberga, entre otras cosas, un lugar para música en vivo, varios clubes nocturnos, una gran tienda de música y espacio de oficinas para artistas y músicos. En un futuro el búnker también presumirá de uno de los más jardines urbanos de techo más grandes de Europa.

Bunker Feldstrasse todavía en renovación.

Sin duda, vale la pena visitar a estos titanes arquitectónicos.

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