S E G U N D A P A R T E
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Cuando inicié con mis caminatas vespertinas nunca hubiese podido imaginar que aquella necesidad de soledad y desahogo pronto se convertiría en un propósito: descubrir tantas historias como fuera posible y contarlas a todo el que quisiera leerlas.
Pocos días después de haber hallado la placa conmemorativa de la familia Horwitz, apenas unos doscientos metros sobre la misma calle de Hohenzollernring, pero en el número 101, me topé con Alfred Rheinheimer. A un costado de la fachada en la que hoy se encuentra una farmacia, se ubica la entrada a un edificio de departamentos. La puerta y la placa pasan casi inadvertidas, ocultas detrás de una hilera de coches estacionados y de un par de árboles frondosos, no obstante, pude detectar de inmediato la lámina dorada que contiene su escueta ficha de vida porque, para ese entonces, mis ojos ya iban buscando un objetivo concreto entre el asfalto.

Durante los días siguientes me dediqué a averiguar quién fue Alfred Rheinheimer. La tarea se tornó compleja porque hay muy poca información en internet y todavía menos en la hemeroteca. Lo que yo quería encontrar era irrelevante para los periódicos de la época que, sofocados por el Ministerio de Ilustración Popular y Propaganda, reportaban lo que el mismísimo Joseph Goebbels ordenaba. Las historias de horror de un judío cualquiera estaban muy lejos de ser novedad, particularmente después de la profunda arianización que sufrió la prensa alemana a partir de 1933. Hitler, su partido y sus extorsionadoras instituciones hicieron trizas al periodismo y a la prensa libre.
Pese a ello, decidí contar lo poco que encontré de este hombre, aunque tuviese que adornar la narrativa con un poco de imaginación.
Alfred Rheinheimer lo vivió todo y cuando digo todo, me refiero a todas las infamias posibles que un judío – alemán podría haber enfrentado en tiempos del Tercer Reich.
Nace en Thaleischweiler en 1884, un pequeño poblado ubicado al suroeste alemán, en la provincia de Renania-Palatinado, que comparte frontera con Francia. El destino, sin embargo, lo llevaría hacia el norte, hasta Hamburgo, en donde prosperó tanto en lo personal como en lo profesional. Durante los años de armonía y sosiego que precedieron al ascenso del partido nazi al poder, Alfred Rheinheimer ejerció exitosamente su profesión de ingeniero diplomado como empleado en la fábrica de excavadoras y máquinas de construcción Menck & Hambrock ubicada Ottensen, en el distrito de Altona. También en la ciudad hanseática habría de encontrar el amor pues fue precisamente ahí en donde conoció a Helene Julia Sack, nacida aria y veintiún años más joven que él, con quien se casaría posteriormente.
Alfred Rheinheimer no fue un hombre particularmente religioso, sin embargo, desde 1925 figuraba como miembro de la comunidad judía. Contar con una membresía era algo bastante habitual entre los judíos de la época pues es consabido que los afiliados se beneficiaban enormemente del peso y de los lazos de dicha asociación.
En 1934, Alfred y Helene se mudaron al número 101 de calle de Hohenzollernring en donde vivieron hasta bien entrado 1942. A pesar de que la pareja no tuvo hijos, se entiende por los hechos que eran un matrimonio sólido que se enfrentó a innumerables retos. El primero de ellos fue el arresto de Alfred el 9 de noviembre de 1938 durante la vergonzosa Noche de los cristales rotos, que fue el comienzo de una serie de pogromos en la nación alemana. Alfred fue trasladado inmediatamente al campo de concentración de Sachsenhausen en donde permaneció hasta el 21 de diciembre del mismo año. Su liberación se debió en gran medida a la intervención de Helene quien argumentó el matrimonio mixto a favor de su esposo. A partir de ese momento el declive fue notorio e imparable. Alfred perdió su trabajo como ingeniero, situación que lo obligó a buscar la ayuda de la comunidad judía. Para el año siguiente trabajaba en un jardín de infantes judío como educador. Jamás volvió a ejercer su profesión. En cuanto estalló la IIGM, las presiones a las parejas arias de los matrimonios mixtos comenzaron a intensificarse a tal grado que Helene terminó separándose de Alfred en 1943. Fue bajo esa coyuntura que Alfred Rheinheimer dejó su vivienda en Ottensen para mudarse a la calle de Grindelberg en el número 7. Aunque inicialmente fue excluido de la deportación masiva gracias a su “matrimonio mixto”, finalmente fue deportado a Auschwitz y asesinado allí el 16 de agosto de 1944.

En memoria de Alfred Rheinheimer y del más de un millón de judíos brutalmente asesinados en Auschwitz-Birkenau.
Sigo tus historias, cada una bastante interesante. Muchas gracias por compartirlas.
Algunos sueños desde mi niñez, me hicieron interesarme por lo acontecido durante la Segunda Guerra Mundial.
Saludos desde Torreón.
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Me alegra mucho que las disfrutes, guapa. Un abrazo 🤗 muy grande para ti desde Alemania 🇩🇪
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[…] Alfred Rheinheimer […]
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Gracias por compartir, que bonito que nos puedas traer estas historias, mi sueños es un día poder ir y visitar algunas de estas placas y poder rezarles a estas personas y decirles que no fueron olvidadas. 🙏
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Qué bonita idea, Lau 🤩
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[…] la historia de Alfred Rheinheimer resultó muy difícil porque había muy poca información sobre su vida y su muerte en los campos de […]
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