No es casualidad que el otoño sea mi estación favorita del año. Me encanta todo de él; las noches frescas, el viento recio que presagia cambios, el olor a lluvia y los colores con los que se pintan los atardeceres, el campo, los mercados y todas esas mañanas que, adornadas todavía por la luna, lanzan pinceladas rosadas. En lugares como Hamburgo el otoño llega certero, marcando territorio y acompañado de una nostalgia envolvente. Un día brilla el sol, vigoroso y veraniego, y al otro día las nubes descargan los primeros chubascos fríos de la temporada, anunciando así la cosecha de las calabazas, las manzanas, las setas silvestres, las tradiciones estacionales y, por supuesto, el comienzo del fin del año. Es el momento de sacar los abrigos, las botas, las bufandas y de traer al menú las sopas y los caldos. También es el momento para reflexionar, para comenzar a pensar en la despedida del año en curso y para sopesar lo vivido, lo perdido, lo aprendido y lo ganado. El otoño es, además, el escenario de las historias más fascinantes, de las cuales yo soy acérrima aficionada. Por eso, doy inicio a esta grandiosa temporada con una historia nacida en pleno otoño. Aunque el título es bastante sugerente, no se dejen engañar, Las Brujas de la Noche, muy poco tienen que ver con las festividades paganas de Todos los Santos (Halloween), tampoco es una historia de terror, pese a que sí la circunda el horror, más bien es una historia de tremenda valentía, de mujeres extraordinarias, de inmenso sentido patriótico y de la capacidad de lograr lo impensable.
A inicios del verano de 1941, A. Hitler ordenó a sus tropas llevar a cabo la ofensiva más contundente, violenta y avasalladora de toda la campaña bélica de la II Guerra Mundial. El plan de invasión de la Unión Soviética, mejor conocido como Operación Barbarroja, constituyó el escenario más brutal y extendido de toda la guerra. Para el otoño de ese mismo año, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se tambaleaba mientras las fuerzas de la Alemania nazi avanzaban imbatibles sitiando ciudades y atemorizando poblados. Leningrado había sido sitiado y Moscú estaba a punto de perecer entretanto el Ejército Rojo se encontraba diezmado y apaleado. En medio de esa coyuntura abrumadora es que surgen Las Brujas de la Noche.
La coronel Marina Raskova, piloto aviador de renombre y casta, fue quien dio origen a la leyenda de estas aguerridas mujeres. Justo cuando la ex URSS se encontraba enfrascada en el punto más álgido del conflicto, Raskova acudió hasta el entonces líder soviético Joseph Stalin con la idea de solicitar la autorización para reclutar un escuadrón aéreo de combate conformado exclusivamente por mujeres. Dadas las circunstancias y el apremio de contar con más recursos y combatientes, la solicitud de Raskova fue aprobada y fue así como comenzó a incorporar mujeres al 588.º Regimiento de Bombardeo Nocturno. En menos de un año, a inicios de octubre de 1942, la coronel Raskova había logrado enlistar a más de 1,200 voluntarias entre los diecisiete y los veinticinco años de edad, a quienes, además, había entrenado en tiempo récord en la Escuela de Aviación de Engels como pilotos, navegadores, personal de mantenimiento técnico y mecánico y asistentes de tierra y de vuelo. Lo a que a los pilotos varones les tomó años aprender, las mujeres tuvieron que asimilar en apenas unos cuantos meses antes de estar en condición operativa. En esa sazón, las pilotos de Marina Raskova se convirtieron, oficialmente, en las primeras mujeres en el mundo en estar autorizadas para participar en combate.

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Dotadas de aviones de madera viejos tipo biplano Polikarpov Po-2 diseñados en los años veinte para entrenamiento y fumigación, el 588.º Regimiento de Bombardeo Nocturno comenzó sus misiones aterrorizando al ejército alemán. Dado que sus vuelos se realizaban siempre de noche y que, por la carencia de tecnología, escapaban a los radares, a los localizadores infrarrojos y a las señales de radio, las aeronaves eran prácticamente imperceptibles hasta que se encontraban ya muy cerca de sus objetivos. El único aviso que tenían los alemanes era el ruido inconfundible de esos aviones que se asemejaba al murmullo de un palo de escoba barriendo el cielo y de ahí que las apodaron “Las Brujas de la Noche” (Nachthexen en alemán).
A pesar de que sus aeronaves eran lentas, de que carecían de aviónica y equipo y de que no contaban con cabina, Las Brujas de la Noche transformaron sus debilidades en la más grande de sus fortalezas; piloteando apenas con lápices, compases, lámparas portátiles, herramientas rudimentarias y una bomba en cada ala, maniobraron sus aviones en la mitad de la noche a bajas alturas y con una agilidad sorprendente, atinando a sus objetivos con un acierto inaudito. Sus cuarenta tripulaciones, compuestas por dos aviadoras cada una, realizaron más de 23, 000 vuelos de combate y descargaron, aproximadamente, 3, 000 toneladas de bombas sobre blancos estratégicos alemanes durante más de 1, 100 misiones. Su participación no sólo fue destacada e impecable, fue crucial para la victoria de la Unión Soviética.

Aunque Las Brujas de la Noche fue la unidad femenina más condecorada de la Fuerza Aérea Soviética y de que veintitrés de sus miembros llegaron a obtener el título de Héroe de la Unión Soviética, las combatientes del 588.º Regimiento de Bombardeo Nocturno tuvieron que hacer frente a un enemigo mucho más poderoso que aquel que se agazapaba en las trincheras y las posiciones alemanas. La mayoría de estas valerosas mujeres fue objeto de burlas y acoso sexual por parte de sus pares varones, tuvieron que soportar desprecios, desigualdad y finalmente un olvido muy injusto. Ni siquiera se les permitió participar en el desfile oficial que se celebró con motivo de la victoria en las calles de Moscú.
Seis meses después de la capitulación alemana, que dio por terminada la guerra en Europa, el regimiento fue desmantelado y las pilotos dadas de baja. Las treinta miembros que perdieron la vida en combate no gozaron de reconocimiento alguno y finalmente, los relatos de Las Brujas de la Noche terminaron por perderse entre el polvo de la desmemoria de la historia.

Que buena historia Karen, gracias por compartirla y tu estupenda redacción me encanta, gracias nuevamente.
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Muchas gracias a ti por leerme, guapa. Es un placer para mí coincidir contigo por aquí. ¡Abrazos!
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