Tiempo de Fresas

Una de las cosas que más disfruto de vivir en Alemania es la fuerte relación que existe entre la vida cotidiana y la naturaleza. Aquí todo tiene su hora y en cada temporada hay diversas actividades que conectan a las tradiciones con la estación del año en curso. La temporada de cosecha en Alemania se abre con la primavera. Ya desde abril se comienza con la recolección de rábanos, aunque el esplendor máximo de la estación llega con los espárragos y a partir de ese momento se desencadena, mes a mes, la cosecha de diversos frutos, verduras y legumbres que culmina a principios de noviembre con la recolección de calabazas, setas y hongos silvestres.

 

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Derechos de fotografía René Frohnecke

 

Pese a que en los supermercados la variedad y oferta de alimentos frescos es más o menos estable durante todo el año, dado que Alemania se ayuda de la importación y surtido de la Unión Europea y otros países del continente, es muy, pero muy claro el consumo de determinados productos dependiendo de cada una de las temporadas del año ya que los alemanes disfrutan consumir lo producido en su tierra, en su tiempo y, sobre todo, se sienten muy orgullosos de sus granjas locales. De este gusto singular surge una tradición que anima a la población a visitar los campos de cultivo para cosechar personalmente todo tipo de alimentos frescos. Las reinas indiscutibles de esta actividad son las moras y bayas, destacando entre ellas las fresas, y por supuesto las manzanas. A partir de las primeras semanas de junio se invita a la población a asistir a las granjas orgánicas para recolectar fresas directo del campo sin mayor intermediario que una canasta y los dedos de las manos. Durante mucho tiempo tuve la inquietud de hacer recolección propia (Selberpflücken), sin embargo, fue hasta hace un par de semanas que se me concedió la oportunidad de hacerlo y quedé fascinada.

 

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Derechos de fotografía René Frohnecke

 

 

La granja orgánica que nosotros visitamos se llama Gut Wulksfelde y se ubica en el poblado de Tangstedt, justo en la frontera con Hamburgo. Este lugar no sólo es precioso, sino que cuenta con una historia de dedicación y amistad imbatible que dio origen a un proyecto a principios de los años noventa del siglo pasado y que hoy podemos revivir en sus muy bien cuidadas instalaciones. Además de sus impresionantes 260 hectáreas de tierra fértil, Gut Wulksfelde cuenta con un corral en donde conviven gallos, gallinas, cabras, burros, conejos, cerdos y algunos otros animales domésticos. Adicionalmente existe una amplia área para apicultura que también está abierta al público. Y como si esto fuera poco, dentro de la propiedad se encuentra un pequeño lago, amplias áreas verdes en donde se pueden hacer picnics o parrilladas al aire libre, tres rutas para practicar senderismo con y sin niños, algunos juegos para los más pequeños, una tienda orgánica en donde se comercializan todos los alimentos que se producen en la granja bajo los estándares más altos de responsabilidad con el medio ambiente y los animales, un restaurante de comida local, un puesto de salchichas y una cafetería. El lugar lo tiene, textualmente, todo y es espectacular.

 

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Derechos de fotografía René Frohnecke

 

El día de nuestra visita tuvimos un clima extraordinario: mucho sol, algunas nubes, calorcito de 24° y las primeras fresas de la temporada listas para ser recolectadas por nuestras manos. Esta tarea es bastante adictiva, ni siquiera después de llenar una caja y ya en camino a la salida dejé de mirar los surcos en busca de más fresas. El olor en el campo es muy potente, azucarado y ácido, fresco y envolvente; todas estas impresiones aromáticas te abren los sentidos, conviertiéndote en un experto recolector que selecciona por color y dureza más que por forma o tamaño; hasta la fresa más pequeña puede tener un sabor sensacional. Es la primera vez en mi vida que me he comido algo directamente de la tierra. Sin miedo a lo que le pudiera pasar a mi aparto digestivo y con unas ganas tremendas, tomé un par de fresas directo del tallo que las sostenía y me las metí a la boca. ¡Qué cosa más deliciosa!

 

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Derechos de fotografía René Frohnecke

 

Al final del recorrido hay una caseta sin mucha vigilancia en donde uno se forma a pagar lo que ha recolectado. El costo es de 4,80 €/kg en cantidades menores a cinco kilos y valen toda la pena del mundo.

 

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Derechos de fotografía René Frohnecke

 

Después de haber hecho recolección propia me sentí agradecida con la tierra que es tan generosa y dadora de vida. Definitivamente continuaré participando en esta tradición; en julio con las cerezas, en agosto con las zarzamoras y las frambuesas y en septiembre con las jugosísimas manzanas.

 

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Derechos de fotografía René Frohnecke

 

Para mayor información, visiten la página de Gut Wulksfelde  en https://www.gut-wulksfelde.de

 

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