El Carnaval; 5,000 años de tradición

 

Hoy en día, entre los meses de febrero y marzo, se celebran en varias ciudades del mundo diversos carnavales que, por su colorido, algazara y festividad, atraen las miradas de cientos de miles de visitantes. Ciudades como Colonia, Río de Janeiro, Nueva Orleans, Binche, La Habana, Niza o Venecia, entre muchas otras, se visten de luces, máscaras, flores, plumas, trajes típicos, atuendos fantásticos y carruajes magestuosos mientras se acompañan de música viva, algarabía y decoraciones vistosas. Miles de personas desfilan, bailan, cantan y animan a su paso por las calles, dejándose vitorear por los espectadores que son partícipes de una fiesta colosal a lo largo y ancho de las metrópolis. Los carnavales son bellísimos, explosivos, exuberantes, ostentosos e intoxicantes; como elíxires para el alma que no se opone a la euforia y a la vivacidad que provocan.

 

Fasching Hamburg
Licencia de uso de Fotografía a través de CC BY

 

 

En Alemania los carnavales son cosa seria y se festejan en casi todo el país. Las escuelas, las asociaciones y clubes y las mismas alcaldías de cada ciudad organizan el evento con anticipación y los espectadores aguardan impacientes el momento de la celebración callejera. El jardín de infantes no es la excepción, así que este año será ya el tercero en el que nuestra hija participe y, aunque normalmente prefiere vestirse de princesa, este año eligió un Dirndl, el traje típico bávaro. Cada salón y área de juego será decorado con manualidades que los mismos niños, con la ayuda de sus educadores, elaboraron en las semanas previas al día del carnaval, nosotros, los papás, participamos llevando platillos deliciosos que los niños puedan saborear durante su celebración. Les confieso que a mí me encantan los preparativos que sirven de antesala al día del carnaval porque mi hija y yo tenemos la oportunidad de hacer algo fuera de la cotidianidad, cosa que nos emociona mucho a las dos; durante un par de días la he ayudado a elegir su Dirndl, a probárselo, a ajustarlo bien a su talla, y en esta ocasión, por primera vez, la dejé elegir el platillo que llevará al evento, así que también ha sido un desastre muy divertido meter las manos para cocinar juntas con amor, esmero y un toque mexicano.

Todo este preámbulo me hizo preguntarme de dónde venía esta celebración porque, aunque en México sí se conocen y festejan los carnavales, honestamente yo jamás había participado ni asistido a alguno. Fue así como la curiosidad me llevó de la raíz etimológica al contexto histórico. En Hamburgo, tomado de Bavaria, al carnaval se le conoce como Fasching cuyas raíces etimológicas vaschanc y vaschang indican “el último despacho de bebidas alcohólicas” y es que una vez que los pueblos germanos se cristianizaron, los carnavales se convirtieron en una fiesta que servía de despedida a la lujuria, el derroche y los placeres terrenales para entregarse de lleno a la cuaresma. Es justamente por eso que en la mayoría de los carnavales de mayor tradición se utilizan máscaras pues los participantes se abandonaban plácidamente al despilfarro protegidos por el anonimato de sus antifaces y disfraces. Tirando de este hilo, me encontré con que los carnavales llevan más de cinco mil años celebrándose, aunque antes de la llegada del catolicismo eran festividades paganas, permisivas y descontroladas, dirigidas a diversos dioses; ya fuera para pagar tributo a la diosa celta Carna, a la diosa egipcia Isis, al dios griego Dioniso o al dios romano Saturno, los carnavales no estaban muy lejos de ser lo que son ahora. Una vez que el cristianismo se expandió por Europa, la Iglesia Católica toma el control de la celebración y lo posiciona como parte de la liturgia atribuyendo incluso la etimología a carnem-levare del latín vulgar, que significa “abandonar la carne”, pues era, o lo sigue siendo, justamente esa la prescripción obligatoria para los feligreses durante todos los viernes de la Cuaresma. Si bien, bajo el control de la Iglesia Católica, el carnaval tomó un carácter más conservador, anunciando la llegada de los cuarenta y seis días que anteceden a la celebración de la pascua, tampoco dejó de ser una festividad saturada de desenfreno, de permisividad, de crítica social, en el que se ridiculizaban a los gobernantes, a los nobles, al clero e incluso a la moral religiosa.

Fasching Hamburg 3
Licencia de uso de Fotografía a través de CC BY

 

Sea como fuera o como es ahora y a pesar de no ser muy devota de los carnavales, es innegable que tanto la preparación como la participación son capaces de inundarlo a uno de júbilo y entusiasmo. Más allá de la posibilidad de transformarse en el alter ego propio, al menos por un día, más allá de la comilona y la bebedera excesiva, más allá del escape a la rutina, los carnavales bien valen la pena vivirse pues es una de las tradiciones culturales multinacionales más copiosas y antiguas de la historia de la humanidad. Así pues, a sacar el disfraz, la máscara o el antifaz, fuera inhibiciones y listos para bailar y desfilar.

¡Bienvenidos los carnavales!

 

 

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