Una de las costumbres más hermosas del otoño alemán es, sin lugar a duda, la caminata de las linternas. Los orígenes de esta tradición se encuentran en el invierno del año 337 d.C. en la figura de San Martín de Tours. Este personaje cristiano ha sido de los más venerados en la Europa católica, quizá debido a una famosísima leyenda en la que el beato fue protagonista. Se cuenta que, siendo aún soldado romano, mientras Martín entraba a la ciudad francesa de Amiens, a los pies de la puerta de la ciudad, se encontraba un mendigo tiritando de frío. Aquel hombre desprotegido logró despertar la compasión de Martín, quien de inmediato le cedió la mitad de su capa. La leyenda apunta que Jesús se le apareció en un sueño, vistiendo la mitad de la capa que Martín había entregado al mendigo, para agradecerle su buena acción. A raíz de este suceso, San Martín se convierte al cristianismo y dedica su vida al servicio de los más necesitados.
Un par de milenios después, Alemania entera marcha en las noches de octubre y noviembre cargando linternas y cantando canciones. Por un lado, los alemanes católicos, con la intención de honrar la obra y memoria de San Martín de Tours, celebran alrededor del 11 de noviembre, fecha en la que se recuerda al beato, mientras que en los estados alemanes en donde predomina el protestantismo, se conmemora, con estas caminatas, a Martín Lutero, cuyo natalicio, casualmente, corresponde al 10 de noviembre.
Detalles más, detalles menos, las noches de otoño se iluminan con linternas que, en su mayoría, son fabricadas a mano por los niños, desde el jardín de infantes hasta la educación primaria, en todas las localidades alemanas. La caminata de las linternas se realiza siempre por las tardes, una vez que el sol ha cedido su lugar a la luna, cuando la noche aprieta temprano, pues esta marcha bellísima simboliza la llegada de la luz al mundo.
Las caminatas son organizadas por las escuelas, las iglesias, las autoridades locales, clubes, partidos políticos o de manera privada. Los niños, acompañados de sus padres, amigos, maestros y familiares, marchan sobre las calles, a través del bosque o de casa en casa, cargando linternas de distintos colores y formas, siempre llamativas, iluminando avenidas, senderos y vecindarios. Es muy común ver, en las grandes ciudades, la intervención y participación de la policía para cerrar el paso a los vehículos, de manera que la comitiva pueda transitar con absoluta seguridad.
La parte que a mí más me conmueve son las canciones, en especial “Ich gehe mit meiner Laterne” (Voy con mi linterna). Las voces de grandes y chicos se mezclan delicadamente para irrumpir en el silencio y la oscuridad, acaparando las miradas de los espectadores. En muchas ocasiones, las marchas se acompañan de guías que montan a caballo y / o de bandas de música tradicional, haciendo el acto todavía más espléndido.
Nosotros hemos participado durante dos años consecutivos en la caminata de las linternas y es una de las celebraciones que nuestra hija disfruta más. Este año la vimos caminar orgullosa, sosteniendo la linterna que ella misma armó y decoró durante los dos días en los que estuvo haciendo manualidades. También quiso cantar, aunque aún no se sabe las canciones, pero guardó silencio y observó con sus inmensos ojos, cuando los niños más grandes entonaron, de memoria, las ya tradicionales estrofas.
La caminata de las linternas es una escena imperdible, siempre y cuando se pueda tolerar el frío, la lluvia o la nieve durante unos cuarenta minutos. Posteriormente se lleva a cabo una reunión con todos los participantes en la que se sirve ponche para los niños y vino caliente (Glühwein) para los adultos, además de los también tradicionales gofres (Waffle), crepas o panes dulces.
Arriba en el cielo se encienden las estrellas, acá en la tierra las linternas, brillando en la penumbra, entregando luz en donde hay lobreguez, y melodía en donde hay silencio.